domingo, 23 de septiembre de 2012

Como un fantasma

Sentado en el anfiteatro de aquel viejo y castizo edificio. Esperando que la función comenzase, rodeado de la alta sociedad madrileña, de estrellas de televisión, de decrépitas vedetes, de babosos productores de entretenimiento vacío, de señoras con exceso de laca, de jóvenes modernos con gafas de pasta y sobredosis de coca en el cuerpo, de actores borrachos de cervezas baratas, de solitarios críticos sabelotodo, de  ...fantasmas.
Los míos, y los otros. Los de los actores que gritan en el escenario y escupen un texto insoportable, por su crueldad extrema, pero que visto así es poco más que una revista al servicio de la última gran gloria nacional; excepcional actriz, sin duda. Aunque  me hubiera puesto mucho más verla en bragas y sujetador, deámbulando entre mierda y vasos rotos aullando como una loba y clamando una imposible tregua a su compañero de viaje- poderosísimo actor también- Viaje a ningún sitio, para este par de pájaros carroñeros.Gran ovación de un público dispuesto a aplaudir. The game is over.

Sin embargo algo captó mi atención mucho más que la función.
Un fantasma se me apareció.
Llegó con el tiempo justo, apenas había luz ya en el teatro. Me costó verlo. Iba, lo juro por  mi madre, de blanco. Ese fantasma no defrauda. Fantasma en toda regla. Vestida de blanco como si de una joven doncella virginal se tratara.
Acompañada de un caballero, pero sola. Imagino que debe llevar sola los últimos cuarenta o cincuenta años.
Sola, triste y con miedo. Sobre todo miedo.
Recordé su arte único. Un arte delicado. Demasiado, para este país de olvidadizos.
Me hubiera gustado acercarme y decirle que aunque nos separa un abismo, hay algo de ella que me conmueve profundamente.
Y la hubiera invitado a tomar una copa de vino, o dos...y hubiera escuchado su historia, toda su historia, que debe de ser jodidamente triste y dolorosa.
Pero los fantasmas no beben vino. Una lástima.
La próxima vez que me la encuentre lo intentaré.